Quince años después de su inauguración, el museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) se sitúa hoy como referente para el arte de la región y, desde 2014, bajo la dirección del español Agustín Pérez Rubio, la institución es además un lugar de experiencias.
«Soy un eje más de todo un engranaje, creo que hay que entender el museo como una factoría», se apresura a puntualizar cuando, en entrevista con Efe, se le pregunta por la importancia de su cargo de director artístico en el centro de la Fundación Costantini.
Reconocido por su labor al frente del Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (Musac) en España, este valenciano admite que desde Europa se ve el arte latinoamericano como algo «fragmentado» y que algo positivo para él en este proyecto es la oportunidad de «seguir aprendiendo».
«Lo conocemos como una especie de collage de cosas que para nosotros tiene un sentido desde Europa», señala, sin percibir la «entidad general» de la idea, que también es un «constructo».
«América Latina tiene que ver con su historia y, más allá de la América negra y América indígena, hay toda una serie de relaciones con las ciudades, con cómo se han entendido las construcciones sociales, desde los trabajadores, los sindicatos…», enumera.
También tiene que ver, afirma, con una idea particular «de familia» y de los afectos, «de la tierra» e incluso de los «minerales» y las materias primas pagadas a muy bajo precio por Europa y Norteamérica.
Para Pérez Rubio, en el arte latinoamericano hoy hay que ver tres escalones: el que habla de su realidad desde la propia América Latina, los artistas que han emigrado y continúan su trabajo desde lugares como Madrid, Berlín o Los Ángeles, y, por último, los extranjeros que tratan temas o estéticas latinoamericanas, como si el arte fuera un «doble espejo».
«Esa multiculturalidad se ha dado y a partir de ahí (los artistas) han narrado, han comenzado sus narrativas y a ampliar el contexto de lo que entendemos por América Latina», defiende.
«No nos podemos quedar en este gueto de solo mirarnos a nosotros mismos. Creo que lo interesante es que Latinoamérica se mire con sus propias palabras, se refleje con sus artistas en otros contextos pero, también, entender el reflejo de otros artistas y otros contextos, de qué manera lo miran y de qué manera aportan», opina.
La labor de Pérez Rubio se desarrolla, además, en un contexto en el que la idea de museo ha cambiado, no solo porque la multiplicidad de medios alteró lo que entendemos por «obra de arte», sino porque la forma de vivirlo, en plena era de las redes sociales y los teléfonos inteligentes, también es diferente.
«El museo ha dejado de ser el contenedor, simplemente, y el conservador de una serie de colecciones, de objetos, encontrados en otro sitio, perteneciente a la ciudad. Las colecciones y los objetos existen, pero existe cada vez más diversidad de medios. Ya no existen solo pinturas, dibujos, esculturas, sino incluso videos, incluso performances…», reflexiona.
«Pero no solamente eso sino que el museo ha pasado realmente a ser un lugar de experiencias», añade.
Ahora, ir al museo significa tanto visitar su colección como una exposición temporal, ir al cine, asistir a un taller o a una conferencia.
«No solamente eso, hasta que te vienes a tomar un café, hasta que a veces quedas porque hay wifi libre, que vienes a comprar un libro o algo de diseño en la tienda… Es decir el museo es una herramienta más dentro de esta ciudad», considera.
También ha cambiado la forma en que la institución se comunica con su público, al que ahora habla directamente con la web, Facebook o Instagram.
Y ese público del Malba es abundante. La última gran exposición temporal, la primera de la artista japonesa Yoko Ono en Argentina, superó los 150.000 visitantes.
Pero Pérez Rubio llama a poner la mirada en el trabajo del museo más allá de esos grandes nombres que acaparan titulares, para fijarse también en los menos mediáticos, en el taller al que asisten 10 personas o en la muestra del joven artista argentino que luego acaba itinerando por otros museos del mundo.
«Yo no tengo miedo cuando me dicen ‘ay, va mucha gente al Malba, ay es muy populista’. No, no es populista es simplemente interesante (…). Pero también hacemos cosas que a veces vienen seis personas, diez personas… Porque también tenemos que mirar a los públicos específicos», indica.
«No todo puede ser macro, ni todo puede ser micro. Creo que lo interesante de un museo es justamente entender esos públicos», recalca.
Nerea González
Buenos Aires, 3 dic (EFE).-