La soprano Davinia Rodríguez regresa a Viena como protagonista de un nuevo montaje del Macbeth de Verdi, en el que comparte escenario con Plácido Domingo e interpreta el que, asegura, es el papel más complicado de su carrera: una Lady Macbeth malvada y ambiciosa.
«El papel más cruel que podré cantar jamás. Es el papel culmen de lo que es y será mi carrera. No creo que haya nada más complicado», afirma a Efe en un palco del Theater an der Wien, donde se estrenan dos nuevas interpretaciones de este drama de William Shakespeare.
La obra se presenta en sus dos versiones, la de 1865, protagonizada por Roberto Frontali y Adiana Aaron, (que se estrenó el viernes) y la de 1847, con Rodríguez y Domingo, y que sube a escena mañana domingo por primera vez.
Para simplificar el montaje, el teatro ha decidido reducir las diferencias entre las dos versiones a la parte final de la obra, que en la de Domingo incluye un aria más.
El montaje, con dirección escénica de Roland Geyer y musical de Bertrand de Billy, se representará en total siete veces hasta el próximo 24 de noviembre.
La soprano grancanaria avanza que este nuevo montaje será «bastante fuera de lo tradicional» y que el público se va a encontrar con cosas «inesperadas».
Rodríguez lleva un año y medio preparando su primera encarnación de un papel que describe como un gran reto que está disfrutando «como una niña con zapatos nuevos».
«He tenido que ir a rebuscar dentro y meterme en su piel y en su sicología. Pero me gustan, me divierten este tipo de papeles. No por eso significa que soy una mala persona. Que quede claro que yo soy muy buena», aclara entre risas.
Davinia regresa a Viena y a este teatro, donde en 2014 protagonizó, también junto a Domingo, «I due Foscari» de Verdi, una obra que supuso un gran salto en su trayectoria.
Aunque su carrera sigue avanzando con fuerza y su presencia es cada vez más requerida en los escenarios, la cantante de 35 años insiste en que es importante concentrase en el momento y dosificar, consciente de que «lo más difícil no es llegar, sino mantenerse».
«Me limito a vivir cada experiencia que estoy teniendo como si fuera la única y la última. Hay más contratos, muchas propuestas y me siento privilegiada, pero trato de focalizar el momento y concentrar todas mis energías en lo que está pasando ahora, que no es poco. Y a partir de ahí, se irá viendo», explica.
Por eso, rechaza el término de «diva» de la ópera y se define como una «trabajadora» con vocación por lo que hace.
Rodríguez recuerda que sus inicios fueron difíciles porque le ubicaron técnicamente en una vocalidad con muchísimos sobreagudos.
«A medida que pasaba el tiempo encontraba en mis cuerdas vocales que había algo que no terminaba de funcionar. Todo eso me hacía tener más dificultad para elaborar los papeles. Nunca me quedaba satisfecha», recuerda.
Su embarazo con los cambios hormonales que trajo, y el consejo de grandes cantantes, como el propio Domingo o la soprano búlgara Raina Kabaivanska, de que se empezara a trabajar papeles más grandes, cambiaron esa situación.
«Arriesgué al todo o nada y di el paso. Un poco insegura pero sin miedo. Y menos más que lo di, porque se abrió todo un abanico», rememora.
Por eso, sólo tiene palabras de agradecimiento para Domingo, junto al que debutó el pasado abril en el Gran Teatro del Liceo con el «Simon Boccanegra» de Verdi.
«Para mí, estar al lado de un persona y un artista tan inmenso es un privilegio», asegura sobre el tenor, con el que, afirma, tiene una magnífica química en el escenario.
Respecto al futuro inmediato, Rodríguez tiene en la agenda interpretar a Donna Anna en el Don Giovanni de Mozart, el próximo febrero en Bilbao, una cita especialmente agradable para ella.
Por un lado, porque esa ciudad está muy vinculada a los comienzos de su carrera y, por otro, porque cantar Mozart es para la soprano una forma de refrescar la voz y mantenerla sana y fresca, especialmente tras un papel más «pesado» como es Lady Macbeth.
«Cantar Mozart, para mí, es como pasar la ITV», explica en relación a la necesidad de dosificarse y de mimar un instrumento que, recuerda, «no puede cambiarse».
A su tierra volverá profesionalmente en julio, cantando el Te Deum de Dvorák en el Auditorio Alfredo Kauss de Las Palmas de Gran Canaria.
Antonio Sánchez Solís
Viena, 12 nov (EFE).-