Argentina volvió este año con fuerza a financiarse en los mercados de deuda, un recurso con el que intenta hacer frente a sus problemas fiscales pero que encierra riesgos a futuro que ya tomó en el pasado, con resultados desastrosos.
Argentina estuvo por años con acceso vedado a los mercados internacionales, con inversores que recordaban bien el monumental cese de pagos de finales de 2001 y que se rehusaban a prestar dinero a los Gobiernos kirchneristas, que, ante la falta de financiación externa, optaron por una creciente emisión monetaria.
Pero el humor cambió radicalmente tras la llegada del conservador Mauricio Macri a la Presidencia argentina, a finales de 2015.
Una de las primeras acciones de su nuevo Gobierno fue resolver el conflicto con acreedores privados por la deuda no reestructurada en 2005 y 2010, una puja que hacía que el país no pudiera salir de su pésima calificación crediticia.
Tras lograr un pronto acuerdo con los demandantes, Argentina realizó en abril último una emisión de deuda por 16.300 millones de dólares para pagar a los acreedores litigantes y, desde entonces, ha realizado millonarias colocaciones tanto en el mercado doméstico como en el exterior, en moneda local, dólares y euros.
Según cálculos privados, las emisiones de deuda pública ascienden en los que va del año a unos 45.000 millones de dólares, de los cuales unos 22.000 millones se colocaron en el exterior.
El pasado viernes, el Ministerio de Hacienda argumentó en un comunicado que ha recurrido a los mercados para cancelar deudas, en lo que va de la gestión de Macri, por 47.035 millones de dólares, que de otro modo le hubieran obligado a agotar sus reservas monetarias o a hacer un fuerte ajuste del gasto público.
«El renovado acceso al crédito le permitió al país honrar sus deudas, incrementar el nivel de reservas del Banco Central y financiar una reducción gradual del abultado déficit fiscal acumulado a diciembre de 2015», explicó el Gobierno.
El total de la deuda pública argentina representa un 55 % del PIB del país, menos de la mitad del 120 % sobre el PIB que se registraba antes de la reestructuración de 2005, pero superior al nivel del 39 % alcanzado en 2011, de acuerdo a un reciente informe del Centro de Estudios de la Nueva Economía (CENE) de la Universidad de Belgrano.
«El nivel de deuda no diría que es peligroso en este momento porque la deuda pública con el sector privado alcanza apenas al 19 % del PIB y es una cifra relativamente baja y hay un margen importante para seguir colocando deuda sin que implique un peligro de incumplimiento», dijo a Efe el economista Víctor Beker, director del CENE.
El perfil de vencimientos de la deuda muestra un pico en 2017, con unos 15.000 millones de dólares, entre capital e intereses, pero los expertos coinciden en que Argentina no tendría problemas para refinanciar esos compromisos teniendo en cuenta que gran parte de los instrumentos están en manos de organismos del Estado y la buena disposición del mercado internacional hacia el país suramericano.
Sin embargo, no todos ven con buenos ojos lo que algunos han denominado como un «festival de bonos».
Hace unos días, la expresidenta Cristina Fernández (2007-2015) consideró como algo «muy grave» el hecho de que el Gobierno de Macri «llevará emitidos casi 50.000 millones de dólares de deuda cuando termine su primer año de gestión» y recordó que el nivel de la deuda era del 54 % del PIB a las puertas del «default» de 2001.
Para Beker, el escenario no es «peligroso» de momento ya que «hay margen para que crezca el endeudamiento, pero a la larga es un riesgo».
Recordó que Argentina -que a lo largo de su historia entró cuatro veces en cese total de su deuda- tiene la experiencia del crecimiento exponencial de la deuda en la década de 1990 y terminó «mal» con la crisis de 2001, una de las más severas vividas por el país suramericano.
«El peligro es que la deuda es adictiva. Una vez que se comienza a utilizar el endeudamiento para financiar el gasto público, se le toma el gusto. De alguna manera es la contracara de la emisión monetaria. La emisión monetaria es la droga del populismo y el endeudamiento es la droga del neoliberalismo. Los dos tienen en común que generan adicción y permiten eludir el tomar medidas de fondo, pateando los problemas para adelante», sostuvo Beker.
Para Ramiro Castiñeira, economista jefe de la consultora Econométrica, a la hora de evaluar el comportamiento de la deuda este año debe tenerse en cuenta el déficit fiscal «descomunal» heredado por Macri, cuya «magnitud exige mucha financiación».
El experto dijo a Efe que el Ejecutivo anterior optaba por financiar el déficit mediante emisión monetaria, generando un «efecto inflacionario».
«Este Gobierno, para frenar la inflación, busca dejar de monetizar el déficit y colocar deuda. Este jueguito es peligroso si no se toma en serio el objetivo de reducir el déficit. Argentina ha tenido crisis -y de las más importantes- por abusar de ambos caminos», advirtió Castiñeira.
Natalia Kidd
Buenos Aires, 6 nov (EFE).-