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Patti Smith: Prefería el Nobel para Murakami y un premio especial para Dylan

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Patti Smith en un concierto en Zúrich el año pasado. EFE/Archivo
Patti Smith en un concierto en Zúrich el año pasado. EFE/Archivo

Patti Smith habría preferido ver a Haruki Murakami recoger el premio Nobel de Literatura y que a Bob (Dylan) le hubiesen otorgado «un galardón especial por su enorme contribución poética, sentimental y política al cancionero americano con algunos de los temas más increíbles de la historia».
Así lo ha reconocido en una entrevista con Efe a propósito de «M Train» (Lumen), su último libro de memorias, en el que esta ávida lectora airea su pasión, entre muchos otros, por el escritor japonés (confiesa que, durante su redacción, releyó varias veces «Crónica del pájaro que da cuerda al mundo»).
Allen Ginsberg, William Burroughs, Jim Carroll, Jack Kerouac, Jean Genet, Paul Verlaine y, por supuesto, Roberto Bolaño, al que también habría concedido el Nobel de Literatura, son citados en esta obra, que describe como «un tren de la mente (de ahí la eme) que avanza a través de la consciencia sin saber bien hacia dónde».
«Escribí ‘Cuando éramos niños’ porque Robert (Mapplethorpe) me lo pidió antes de morir y tenía esa gran responsabilidad con él, con nuestra relación, con Nueva York y con la cronología de los hechos, pero esta vez quería hacer algo diferente, en tiempo presente y de forma irresponsable, sin un diseño o trama previos», explica.
Quería ver qué pasaría si escribía cada día y se felicita en ese sentido por cómo fueron «desplegándose» ante ella lo que llama los «patrones» de su vida, como su marido (Fred «Sonic» Smith, fallecido en 1994) o el proceso mismo de envejecer.
«Si alguien quisiera saber qué tipo de ser humano soy, creo que ‘M Train’ es lo más cerca que podrían estar de la respuesta», afirma.
Como se percibe en sus páginas, sin apenas referencias musicales, es la literatura la disciplina que juega un «papel central» en su prolífica producción artística, que incluye también la pintura y la fotografía.
«No pienso en mí misma como un músico, sino como intérprete. No toco música y, si no estoy sobre un escenario, no pienso en ella. Cuando dejé la vida pública en 1979, no toqué durante más de 16 años, pero sí escribí cada día. Por eso pienso en mí más como escritora», ratifica.
Con todo, la merecedora del prestigioso National Book Award en EE.UU. anticipa su intención de grabar el próximo año «un disco más», que implicaría a sus dos hijos y que sucederá en el mercado a «Bangra» (2012).
«Ya he grabado algunas canciones, pero el problema es que no escribo muchas y necesito reunir un material de peso que me haga pensar que tengo un disco», advierte Smith, quien reconoce que en su vida diaria lo que más escucha no es rock and roll, «sino óperas como ‘Parsifal’ de Wagner».
En la actualidad también trabaja junto a John Logan (guionista de «Penny Dreadful») en la adaptación a la televisión de «Cuando éramos niños», un proceso que «va bien, pero sin prisa». «Mi deseo es que guste a todo el mundo, pero que sea especialmente inspirador para la gente joven», señala.
En ellos deposita su confianza para el cambio a un mundo mejor. «Hace falta una conciencia global, una unidad de millones, y lo que deseo es que las nuevas generaciones, ante la corrupción y los problemas medioambientales, encuentren la manera de cooperar; ellos tienen el poder», remacha, parafraseando su conocido tema «People have the power».
En su propio país se juega una lucha por el poder «muy dura» entre Donald Trump, al que califica de «nefasto invento de los medios de comunicación y del partido republicano», y Hillary Clinton, la primera mujer que podría alcanzar la presidencia de la Casa Blanca.
Smith, feminista declarada, tiene algunos consejos para la candidata demócrata. «Creo que le vendría bien algo más de humildad, que se dé cuenta de los errores que ha cometido y que intente ser más comedida en sus decisiones», dice la artista, que opina que «en EE.UU. debería existir un tercer partido para no tener que elegir entre la menos corrupta de dos opciones».
Mientras el proceso electoral se dilucida, ella seguirá viajando por el mundo o acudiendo cada mañana a escribir a su cafetería en el barrio de Greenwich Village de Nueva York, a la espera de que «alguien maravilloso abra un café cerca de la playa, donde no se pueda hablar con el móvil o hacer negocios y solo se permita la entrada con imaginación y libros para leer».

Madrid, 1 nov (EFE).-

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