Lujos para VIP y placeres gourmet exclusivos comparten lugar con la inmortal nostalgia y pasión por el rock clásico en el festival Desert Trip, que se celebra estos días en Indio, la misma ciudad californiana (EE.UU.) en la que tiene lugar el evento de música alternativa Coachella.
Concebido como una oportunidad única en la vida para disfrutar de algunas de las figuras más resplandecientes del rock, el Desert Trip cuenta en su cartel con Bob Dylan y The Rolling Stones, que actuaron el viernes; Paul McCartney y Neil Young, que se presentarán hoy sábado; y Roger Waters y The Who, que tocarán el domingo.
A priori, el evento no parecía algo asequible para todos los bolsillos, pero los abonos, desde el más básico de 399 dólares a 1.599 de los más exquisitos (sin sumar cargos adicionales), volaron en cuestión de horas, lo que motivó que la organización dispusiera un segundo fin de semana (14-16 de octubre) en el que los seis tótems del rock volverán a pisar el desierto californiano.
Las estimaciones apuntan que unas 75.000 personas pisarán el Empire Polo Club de Indio cada día, aunque para la segunda semana todavía quedan entradas y ayer se vio por la zona a personas tratando de revender, sin éxito y a precio rebajado, algunas entradas.
Con un cartel de artistas setenteros dirigido a una población veterana, aunque en la primera jornada destacara un interesante cruce multigeneracional entre el público, el Desert Trip puede parecer una iniciativa alejada del ideal rebelde y contestatario del rock, pero, pese al lujo y las distracciones extramusicales, también se colaron auténticos aventureros musicales.
Aidan Brachi, un alto y amable inglés de 19 años, pasó en la última fila del autobús las más de tres horas de trayecto desde Los Ángeles hasta Indio escuchando música y leyendo «Crónicas, Volumen 1», la primera parte de la autobiografía de Bob Dylan.
El joven contó a Efe que es todo un enamorado de la música del genio de Minesota: «Cada vez que escucho sus canciones, encuentro nuevos signficados».
Brachi, con un llamativo tatuaje en su muslo con la silueta de Dylan rellena de letras de sus canciones, recordó con una sonrisa que su padre le habló alguna vez del autor de «Like A Rolling Stone», pero dijo que no le hizo caso, por ser su padre, aunque finalmente tuvo que darle la razón.
«Cuando vi (el cartel del festival) en Instagram, dije: ‘Tengo que ir. No hay manera de que no vaya'», afirmó Brachi, que, a diferencia de muchos asistentes que se alojarán en hoteles de lujo, pasará las tres noches en tienda de campaña antes de regresar el lunes en avión a Inglaterra para retomar su puesto en un supermercado.
Otros supieron combinar su afición con su trabajo. David Joseph Keller es conductor de Uber y actor, una faceta que demuestra imitando acentos alemanes y británicos sin soltar el volante.
Aunque vive en Los Ángeles, Keller, de 36 años, regresó estos ajetreados días a la casa de sus padres en Palm Springs para ganar dinero con su coche y, a continuación, disfrutar de la música en el evento.
«The Rolling Stones son lo mejor para mí. Y también Roger Waters. Me encanta Pink Floyd», dijo a Efe.
Acerca del coste de las entradas, argumentó que para él «no son caras», aunque admitió que no todo el mundo se lo puede permitir.
«¡Oh! ¡Si estuvieran todavía en activo, éstos son los que querría ver!», exclamó, de repente, entusiasmado mientras subía el volumen de la radio en la que sonaba «Fire On The Mountain» de Grateful Dead.
De cualquier manera, el Desert Trip apuesta claramente por la distinción y un modelo que le aleje de los estereotipos de un festival musical.
Una exposición fotográfica, una tienda de discos, terrazas mimadas a la sombra con cómodos sillones, palcos reservados en los que no paran de aterrizar cócteles o amplias extensiones verdes para evitar las apreturas llevan al Desert Trip a una galaxia muy lejana a la de mitos como Woodstock.
La experiencia completa que pretende Desert Trip dirige sus dardos, principalmente, a los aficionados a la cocina con paquetes especiales de restauración.
Frente a una larga fila de mesas a la sombra y en un ambiente muy relajado, Jim Denevan, fundador de Outstanding In The Field, explicó a Efe que su compañía trata de unir a granjeros y productores con reconocidos chefs para componer un menú como el que ofrecían el viernes, que incluía rillette de conejo o cassoulet de salchichas.
Con estas iniciativas, apuntó Denevan, se puede «cambiar» la tradicional imagen de la comida de los festivales, que habitualmente es «terrible» y con abundancia de «fritos».Indio (EE.UU.), 8 oct (EFE).-