Tras alcanzar la candidatura a la Casa Blanca en las convenciones de sus partidos, el republicano Donald Trump y la demócrata Hillary Clinton encaran con ideas antagónicas una dura campaña de cara a las elecciones del 8 de noviembre.
Las dos últimas semanas de discursos, luchas internas, música y montañas de globos y confeti que se han vivido en los cónclaves republicano (Cleveland, del 18 al 21 de julio) y demócrata (Filadelfia, del 25 al 28 de julio) dan ahora paso a una ardua contienda de cien días para conquistar la Presidencia de EE.UU.
Como si fueran la noche y el día, el magnate inmobiliario -un novato en el mundo de la política- y la ex secretaria de Estado -una experimentada candidata en ese terreno- ofrecen dos visiones del país diametralmente opuestas.
La semana pasada en Cleveland, Trump se ganó el apelativo de «candidato del apocalipsis» al trazar un dibujo sombrío de unos Estados Unidos en decadencia a causa de las políticas del presidente demócrata Barack Obama, cuyo legado defiende Clinton.
«Nuestra convención ocurre en un momento de crisis en nuestra nación. Los ataques a nuestra policía y el terrorismo en nuestras ciudades amenaza nuestra forma de vida. Cualquier político que no perciba este peligro no está listo para liderar nuestro país», subrayó el multimillonario neoyorquino, al abogar por el «cambio».
«Yo solo puedo arreglarlo», aseveró Trump, quien se postuló como «el candidato de la ley y el orden» y hoy prometió, en su activa cuenta de la red social Twitter, reavivar «el sueño americano».
Frente al pesimismo del magnate, Clinton, que ha hecho historia como la primera mujer que logra la nominación de uno de los dos grandes partidos para aspirar a la Casa Blanca, pintó esta semana en Filadelfia un cuadro luminoso de un país vibrante y diverso.
«No permitáis a nadie decir que nuestro país es débil. No lo somos», aseveró este jueves la ex primera dama, quien reprochó a su rival no comprender que «EE.UU. es grande porque EE.UU. es bueno» y abrazó el lema «Más fuertes juntos» .
«Basta de intolerancia y grandilocuencia. Donald Trump no está ofreciendo un cambio real, está ofreciendo promesas vacías», zanjó Clinton, quien hoy tiene mítines previstos en Ohio y Pensilvania, estados «bisagra» que pueden decidir las elecciones.
Tras caer el telón en Cleveland y Filadelfia, Trump y Clinton afrontan una intensa carrera que, marcada por la descalificación del adversario, muchos observadores vislumbran como «la más desagradable» en mucho tiempo en el país norteamericano.
«Estas elecciones pueden ser las más negativas en tiempos modernos porque los candidatos son detestados por muchos estadounidenses», declaró a Efe el analista Geoffrey Skelley, del Centro de Políticas de la Universidad de Virginia.
«Clinton y Trump tienen los peores índices de popularidad conseguidos jamás por un nominado presidencial. Con sus muchos defectos, no será difícil hacer anuncios de ataque para televisión», agregó Skelley.
Alrededor del 60 por ciento de los estadounidenses ve con malos ojos al magnate y la ex secretaria de Estado, según las encuestas.
Sobre el papel, el mapa electoral y demográfico parece favorecer a Clinton, dado el desprestigio de Trump en electorados clave como las mujeres, los afroamericanos y los hispanos (la principal minoría de EE.UU.), más proclives a apoyar a la ex primera dama.
Sin embargo, el aparente hambre de cambio de la ciudadanía (una encuesta del centro de estudios Pew reveló el pasado mes que el 71 por ciento de los estadounidense está insatisfecho con la marcha del país) podría favorecer a Trump, que representa la novedad.
La suerte del multimillonario pasará por ganar en estados «bisagra» del llamado «Cinturón del Óxido», como Ohio y Michigan, zonas antaño pujantes, ricas y muy pobladas que en las últimas décadas han sufrido el golpe de la desindustrialización.
En esos estados abunda el votante blanco de clase trabajadora que no termina de sentir en el bolsillo la mejora de la economía nacional y que, según los sondeos de intención de voto, tiene sus esperanzas puestas en Trump.
El magnate ha adelantado a Clinton en varias encuestas efectuadas tras la convención republicana en Cleveland, pese a la división en torno a su liderazgo escenificada en el cónclave con la negativa del senador Ted Cruz, su gran contrincante en las elecciones primarias del partido para elegir al nominado presidencial, a darle su apoyo.
Los demócratas también esperan que la ex primera dama reciba un impulso en los sondeos tras la convención de Filadelfia, que dejó patente una discordia interna entre los partidarios de Clinton y los seguidores del senador Bernie Sanders, su rival de primarias.
Con todo, algunos dirigentes demócratas no ocultan una cierta inquietud porque la ex secretaria de Estado no termina de abrir un margen amplio de ventaja en las encuestas respecto a Trump, a quien no parece que le pasen factura sus frecuentes polémicas.
«Estoy nervioso. El país está de mal humor. Este año es tan impredecible», confesó esta semana al diario «The Hill» un miembro del Comité Nacional Demócrata (ejecutiva del partido) que pidió el anonimato para poder hablar abiertamente de las opciones de Clinton.
En un año electoral tan volátil con sonadas sorpresas, como el ascenso de Trump a la candidatura presidencial republicana, resulta complicado hacer predicciones, pero una certeza parece indiscutible: la campaña hasta noviembre será a cara de perro.
Por: Pedro Alonso