Brasilia, 3 may (EFE).- La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, recibió hoy la llama olímpica sin saber si estará en el cargo en la apertura de los Juegos de Río 2016, mientras su defensa quemaba sus últimos cartuchos para intentar impedir un probable juicio político.
«Brasil será capaz, conviviendo con un período difícil, crítico para su historia y la democracia», de ser «el mejor anfitrión que los Juegos Olímpicos ya conocieron», declaró Rousseff al recibir el fuego olímpico, que llegó al país desde Grecia, tras una escala en Ginebra.
La ceremonia, que pudiera haber sido uno de los últimos grandes actos del mandato de Rousseff, se realizó en el Palacio presidencial de Planalto, vecino al Parlamento, donde una comisión del Senado escuchaba a tres expertos en derecho citados por la defensa de la mandataria.
El senador Antonio Anastasia, instructor de la comisión, tiene previsto presentar este miércoles un informe en el que pedirá que el caso sea archivado o, como se espera en medios políticos, que avance al pleno del Senado, que la semana próxima decidirá si se instaura el proceso con miras a la destitución de Rousseff.
Si el juicio político fuera iniciado, la mandataria será separada del cargo durante los 180 días que puede durar el proceso y su lugar será ocupado por el vicepresidente Michel Temer, que completaría el mandato que vence el 1 de enero de 2019 si Rousseff fuera finalmente destituida.
Durante la ceremonia de recepción de la llama, Rousseff casi no aludió a su situación, pero dijo ser consciente de la «inestabilidad política» que vive el país.
Aún así, se esforzó en garantizar que Río de Janeiro y el propio Brasil serán «capaces» de celebrar «los mejores Juegos Olímpicos del mundo».
Temer, enemistado con la presidenta y quien ocuparía su lugar el 5 de agosto en la apertura de los Juegos, ignoró el paseo de la antorcha por las calles de Brasilia y pasó la jornada recluido con cercanos asesores con los que está dedicado a formar el Gobierno que pudiera asumir la semana próxima.
Rousseff, además de participar en la ceremonia de la antorcha, encabezó un acto en el que anunció créditos para la agricultura familiar e insistió en que es víctima de «un golpe».
En la comisión del Senado, los expertos citados por la defensa insistieron en que Rousseff no incurrió en ningún tipo de «crimen de responsabilidad», como califica la oposición unas maniobras fiscales irregulares que justifican las acusaciones.
Uno de los más enfáticos en ese punto fue el profesor de derecho constitucional Geraldo Prado, quien insistió en que un proceso de destitución sin un «crimen de responsabilidad» debidamente tipificado «es un golpe».
Esa frase generó encendidas reacciones entre la oposición, que se expresó a través del senador Ricardo Ferraço, quien recordó a los testigos que la Corte Suprema supervisa el proceso y que varios de sus miembros han aclarado que se ajusta a la Constitución.
«¿Ustedes sugieren que el Senado y la Corte Suprema participan de un golpe?», inquirió el senador Ferraço, lo que llevó al abogado Marcelo Lavenère, otro de los testigos, a matizar la expresión para hablar de «injusticia política» en vez de ruptura constitucional.
«A falta de un crimen, se ha inventado un justificativo para intentar decretar una muerte política, pero no de una presidenta, sino de un proyecto de futuro, que por primera vez en 500 años se ha volcado en favor de los más pobres», declaró.
Ese fuerte clima de polarización política también se reflejó durante el recorrido que el fuego olímpico realizó por las principales calles de Brasilia.
A lo largo del paseo de la antorcha, manifestantes a favor o en contra de Rousseff aprovecharon para plantar posición y mostrar sus mensajes en varios idiomas, al parecer dada la numerosa presencia de corresponsales extranjeros y el interés que el fuego olímpico genera en el mundo.
Los partidarios de Rousseff entonaban «No habrá golpe», un grito que corean a los cuatro vientos en cada acto, y mostraban pancartas en las que se leía esa misma frase en italiano, inglés o español.
Los favorables al «impeachment», como se conoce el proceso de destitución de un gobernante en Brasil, hicieron lo propio y saludaron el paso de la antorcha al grito de «Fuera Dilma».
Algunas de sus pancartas también usaron otros idiomas, como una que destacaba entre la multitud y decía «Brazil, Olympeachment is here».