Gaza, 15 ago (EFE).- Mohamad hace signos con sus dedos, moviendo sus manos con evidente nerviosismo, mientras tartamudea algunas palabras y susurra con dificultad la misma cuestión una y otra vez: «¿Por qué no veo nada? ¿Dónde está mi padre?».
Nadie entiende qué es lo que Mohamad Badran, este niño de Gaza de 8 años, quiere. Excepto su madre, que trata de calmarle sin descanso aunque no es capaz de responder a la pregunta después de que su hijo fuera herido en el bombardeo sobre su casa en el campo de refugiados de Nuseirat, en la parte central de Gaza.
Mohamad no fue el único afectado por el ataque israelí sobre la vivienda; sus seis hermanos también fueron heridos y tres de ellos están aún en condición crítica. Él ha perdido la vista.
«Todos nuestros hijos fueron heridos en aquel ataque aéreo. Mi marido Nidal y yo no, pero nuestros corazones quedaron rotos después de que nuestros niños resultaran seriamente afectados», explica la mujer.
«Pocos días después, mi marido murió en otro bombardeo sobre una mezquita en nuestra zona», agrega anegada en lágrimas imposibles de contener.
Desde entonces, su responsabilidad aumentó y también el estrés de verse sola, viuda y desposeída, con unos niños heridos «con los que no sé muy bien qué hacer», se lamenta.
Antes de que Nidal falleciera, este padre de familia estaba intentando trasladar a sus hijos a un hospital israelí o en el extranjero.
En el caso de Mohamad, perdió uno de sus ojos y el otro está dañado gravemente, pero permanece en casa con su madre, quien sigue luchando por poder mandarle a un hospital para que reciba tratamiento.
El pequeño es un ejemplo de la triple tragedia que sufren miles de niños en la Franja, condenados a la orfandad y a la discapacidad por la ofensiva israelí, y atrapados por un férreo asedio militar que asfixia la Franja desde 2007, les niega el derecho a huir y reduce sus oportunidades de curación.
Aún desconoce lo ocurrido a su padre, por quién pregunta constantemente, es consciente de que sus hermanos están heridos, pero nadie le ha dicho todavía que la densa e injusta tiniebla en la que se han sumido sus ojos condicionará ya toda su vida, e incluso puede ser perpetua.
Versada en una realidad que le acongoja, la madre llora de nuevo, se serena apenas un instante y vuelve a llorar, cuando rememora un pasado tan cercano como doloroso.
Mohamad «no pudo siquiera vestir la ropa nueva que su padre le compró por el Eid Fitr (fiesta de ruptura del ayuno)», recuerda con tristeza.
«Esta en situación crítica. Ha perdido un ojo y tiene fragmentos de esquirlas en el otro. Respira por un tubo que tiene alojado en su cuello y con la ayuda de otro en su pecho», detalla, por su parte, el viceministro del Ministerio de Sanidad, Yousef Al Rish.
«La metralla ha dañado su cara, su cabeza y su cuello», continúa Al Rish. «Habla con mucha dificultad, casi no puede comunicarse con los demás. La única que le entiende es su madre».
Después de muchos esfuerzos, esta consiguió transferir a cuatro de sus hijos a un hospital de Jerusalén, aunque ella no ha podido acompañarles.
«Ellos (los israelíes) no me dejaron ir con mis hijos y sólo le dieron permiso a una tía de los niños. ¿Por qué me tratan tan mal?», se pregunta esta mujer de 39 años quien, de acuerdo a las restricciones de seguridad israelíes, no puede viajar por no tener menos de 16 años ni más de 40.
Los residentes deben al menos cumplir este requisito para solicitar un permiso de salida a Israel, quien desde hace siete años ejerce un obstinado bloqueo sobre Gaza que restringe las entradas y salidas de personas, y también de bienes.
«No tienen piedad. ¿Cómo puede ser que eviten que una madre esté con sus hijos en el hospital? Mohamad podría ser enviado a un hospital en España, por ejemplo, y tendría que ir solo, ya que su tía tendría que permanecer con mis otros hijos en Jerusalén», explica.
Kamal Badran, tío de los niños, revela que mantiene la esperanza de que Mohamad pueda viajar a un lugar donde alguien pueda devolverle la vista.
«Incluso si sólo pueden tratar uno de sus ojos. Pero prohibir a su madre que viaje con él podría retrasarlo», subraya.
En Gaza hay unos 3.000 niños heridos que están siendo tratados en hospitales de la Franja, aunque muchos de ellos esperan para ser enviados a hospitales de fuera.
Además de los menores, existen hombres, mujeres y ancianos que también necesitan recibir tratamiento médico urgente fuera del enclave costero, donde los servicios médicos se encuentran en situación de crisis.
Forman parte de los cerca de 10.000 heridos causados por la ofensiva militar israelí iniciada el pasado 8 de julio, y que ha causado la muerte de casi 2.000 palestinos y reducido a escombros barrios enteros de un enclave costero en el que se apiñan, bloqueadas y sin opción a escape, cerca de dos millones de personas.
Saud Abu Ramadán