Cali (Colombia), 6 ago (EFE).- Centenares de colombianas víctimas de agresión sexual llegaron a la primera línea del conflicto armado con su participación en el grupo que formuló las propuestas que se enviarán a la mesa de negociación de paz entre el Gobierno y las FARC en La Habana.
Al menos siete organizaciones de mujeres afectadas por este «delito invisible» consiguieron llegar al foro nacional de víctimas de Cali (suroeste), organizado por la ONU y la Universidad Nacional a petición de las partes negociadoras.
No importa que hayan sufrido la violencia por parte de guerrilleros, paramilitares o agentes del Estado, todas las víctimas estuvieron representadas por 1.600 asistentes encargados de redactar las propuestas de paz definitivas que enviarán a la mesa de Cuba este mes.
Pero hasta ahora la división en este conglomerado se había realizado por hecho victimizante, es decir, quién ha sufrido tortura, asesinato, desaparición o masacre, por ejemplo, y la cuestión de género estaba desplazada.
«El 70 % de los supervivientes de toda la violencia somos mujeres; tuvimos que enterrar a nuestros hijos, lavar a nuestros captores, prostituirnos ante ellos», dijo a Efe María Margarita Robles, fundadora de la asociación «Vivir para narrar», que representa a 840 mujeres víctimas.
Su principal lucha es conseguir que las colombianas dejen de presentarse como madres de desaparecidos o esposas de asesinados para reconocerse como víctimas en sí mismas y poder reclamar sus derechos a través de lo que llama «justicia de género».
Consciente de que un primer paso puede conseguirse con la llegada de la paz en Colombia, Robles explicó que su propuesta a la mesa es conseguir que las violaciones en masa sean reconocidas por las partes como crímenes de lesa humanidad.
«Queremos demostrar que fue sistemático, que todos los actores armados utilizaron las violaciones masivas como una estrategia de terror, por eso hablamos de crímenes de género», afirmó esta activista.
Pero lo primero es conseguir que las víctimas hablen, pues las cifras oficiales sobre violaciones durante los más de 50 años del conflicto armado en Colombia son dispares.
Así, según el Gobierno, el 48 % de los más de 6,5 millones de víctimas totales son mujeres, pero solo contabiliza 2.474 casos de violaciones entre 1985 y 2014, la mitad de ellas cometidas por el Ejército y la Policía.
Sin embargo, la Casa de la Mujer asegura que solo entre 2001 y 2009 se produjeron cada año una media de 54.410 agresiones sexuales, que no fueron denunciadas en un 82 % de los casos.
«Es un delito invisible porque es el único delito en el que la víctima siente vergüenza y culpabilidad, y como consecuencia calla», lamentó María Eugenia Cruz, víctima y portavoz de la corporación «Mujer sigue mis pasos».
Cruz no sabe con certeza qué actores armados son los responsables de su desplazamiento de la ciudad de Cartagena (norte) y su violación, de la que aún no puede hablar.
Ella propuso a la mesa que se reconozca que el cuerpo de las colombianas ha sido un «botín de guerra», y, sobre todo, que se aplique la garantía de no repetición de estos hechos.
«Muchas mujeres no sabían por qué les pasaba esto, creían que se lo merecían, que les tocaba vivir eso por ser mujeres», remarcó Cruz.
Aseguró que no busca que los responsables pasen toda la vida en la cárcel, sino que se les apliquen «formas diferentes para reparar lo que han hecho».
«Siempre nos estigmatizan diciendo que nosotros nos lo buscamos, me cuestionaron incluso por tener solo educación primaria, decían que era culpa mía. Eso es lo que nos han enseñado», aseguró Kleiner Almanza, que milita en la misma organización de Cruz.
Almanza tenía 17 años cuando paramilitares la secuestraron durante dos meses en los que abusaron de ella todos los hombres de ese grupo infinidad de veces, y se tropezó con el cuestionamiento de las autoridades cuando denunció el caso.
Se siente satisfecha por haber llegado a este foro, pero lamenta que en la declaración «histórica» del 7 de junio de la mesa de La Habana, donde se establecieron los principios para la discusión sobre víctimas, no haya una referencia a las violaciones en masa.
Como ella, muchas otras esperan que las conclusiones de las víctimas las representen y puedan empezar a construir la paz.
«El perdón es un proceso. Hay momentos en que hay situaciones difíciles y se revuelven sentimientos, pero no son de odio, sino de dolor. Nosotras queremos que se logre la paz, creemos en este proceso», aseguró Cruz.
Cynthia de Benito