«Bienvenidos a Atlantic City. Siempre encendida», reza el letrero de entrada, pero «Sandy» se encargó de refutarlo con sus vientos huracanados.
Llegar de noche a «Las Vegas» de la Costa Este se complica, encontrar a alguien por sus calles es casi imposible.
En medio de la más absoluta oscuridad solo se ven destellos azules y rojos de los coches patrulla, pero a medida que uno se aproxima a la ciudad, a lo lejos se distinguen varias torres iluminadas con fluorescentes publicitarios.
El huracán apagó el pasado lunes gran parte de la costa de Nueva Jersey, ha dejado tras de sí más de medio centenar de muertos en el país y daños valorados en miles de millones de dólares, pero los casinos de Donald Trump aguantan estoicos.
«¿Adónde van?», pregunta un policía local sin excepción a unas millas de la ciudad, en una carretera a oscuras y bloqueada por su todoterreno porque ni los propios habitantes de la ciudad tienen permitido el acceso.
El ojo del huracán «Sandy» pasó a apenas unas millas al sur de esta capital del juego donde las autoridades ordenaron la evacuación inmediata antes de la llegada de la tormenta, aunque no todos respetaron el mandato.
«Si hubiera sido un huracán de categoría 3 ó 4, me habría ido. Pero ni siquiera hemos perdido la luz en mi edificio», dice a Efe Martee O’donell, uno de los pocos afortunados de la ciudad en conservar el suministro eléctrico y en haber observado desde un decimotercer piso a pie de playa cómo «Sandy» tocaba tierra en EEUU.
Lo mismo hizo Perry Arsenis, encargado del único hospedaje abierto en una urbe con miles de camas hoteleras, quien dijo sentirse muy afortunado por haber «sobrevivido» a «Sandy» y poder continuar con su negocio abierto, aunque la alegría no le duró demasiado.
Para aprovechar al máximo los generadores de electricidad que abastecen la ciudad, las autoridades decidieron establecer una rotación entre las áreas urbanas para llegar al mayor número de ciudadanos posible, así que unas horas Arsenis tuvo que cerrar.
Encontrar dónde tomar un café o dónde recargar el teléfono móvil es casi misión imposible en una ciudad que estaba acostumbrada a las luces de neón y al sonido de las tragaperras, en un lugar donde el espectáculo, el ocio y el bullicio son parte de su seña de identidad.
Vagabundos, policías y guardias de seguridad se reparten Atlantic City a sus anchas, mientras las tiendas, casinos y cafeterías continúan con las puertas apuntaladas y los cristales de las ventanas cubiertos de cinta aislante.
«En unos días todo volverá a la normalidad, en cuanto recuperemos el suministro eléctrico», dice a Efe Rodolfo Melchor, de origen mexicano y residente en la ciudad desde hace trece años. Asegura que Atlantic City sabe reponerse con rapidez de las tormentas, aunque «nunca» había visto algo como «Sandy».
Mientras tanto, a las afueras de la ciudad las primeras familias empiezan a regresar a sus casas, cuyas fachadas conservan la marca de las inundaciones dejando ver que el agua superó el metro de altura en algunas zonas.
«No nos fuimos de casa porque la construcción de la nuestra es alta, de hecho ni siquiera se nos ha mojado el suelo. Hasta nos divertimos viendo cómo los barcos atravesaban la calle», dice a Efe Jeanine Huxley, que se quedó a esperar el paso del huracán a unos pasos del mar y ahora limpia los desperdicios de su jardín.
Setenta y dos horas después del paso de la peor tormenta que recuerdan los habitantes de la costa de Nueva Jersey, es tiempo de trabajos de limpieza y reconstrucción, pero también de espera, sobre todo para los que aún no han recuperado la electricidad, por mucho que los casinos del centro sigan brillando con luz propia.