Entrevista con Avi Tuschman autor de Nuestra Naturaleza Política
Por. Natalia Gnecco
Avi Tuschman es experto en la ciencia de la orientación política. Comenzó su carrera en la política como el asesor más joven en el Palacio de Gobierno en Lima, Perú, a la edad de veintitrés años. Mientras servía como Escritor Senior del presidente Alejandro Toledo (Perú, 2001-2006), Tuschman produjo numerosos artículos y discursos diseñados a dar forma a la opinión pública. En el 2009, el Dr. Tuschman unió fuerzas con Toledo y diecisiete otros ex presidentes para co-escribir una agenda política regional sobre la gobernabilidad democrática. El Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, elogió el documento y lo llamó sin precedentes históricos.
Tuschman tiene un BA y un doctorado en antropología evolutiva de la Universidad de Stanford y recientemente lanzó un libro titulado Nuestra Naturaleza Política: Los orígenes evolutivos de lo que nos divide (Our Political Nature: The Evolutionary Origins of What Divides Us), basado en docenas de hallazgos de punta de la primatología, la genética, la neurociencia, y la antropología. La obra aviva conceptos fundamentales a través de noticias y personalidades de la actualidad como Glenn Beck y Hugo Chávez, para explicar las fuerzas evolutivas subyacentes que representan. Mediante una combinación de investigación y ejemplos contemporáneos relevantes, Nuestra Naturaleza Política arroja una luz sobre los enfrentamientos ideológicos que tan peligrosamente dividen y ponen en riesgo nuestro mundo de hoy. Tuschman compartió unos instantes de su tiempo para hablar con Latino Magazine sobre su obra, la cual será traducida al español próximamente.
¿Cómo nació la idea de escribir el libro?
Me interesé por primera vez en el rompecabezas de la orientación política mientras investigaba conflictos mineros para una consultora de riesgo político en el Perú. En ese momento, el país todavía se estaba recuperando de la lucha armada con el grupo maoísta Sendero Luminoso, la cual había dado como resultado 70.000 muertos, y me sorprendió lo radicalmente diferentes que eran las percepciones políticas de las personas. Me decidí allí mismo que volvería a mis estudios, en busca de explicaciones científicas de esta polarización política extrema.
¿Cuánto tiempo empleó para redactar su libro?
Cuando regresé a Stanford para realizar mis estudios de posgrado, comencé a buscar estas explicaciones científicas, pero pronto me di cuenta que tendría que ir más allá de la literatura tradicional de las ciencias sociales e incluso profundizar en campos como la genética, la primatología, y la neurociencia. La investigación que hice para mi doctorado en antropología evolutiva de hecho me dio un nuevo conjunto de herramientas para comprender el paisaje interior de la psique política humana.
Luego de graduarme fui Escritor Senior y asesor del presidente Alejandro Toledo (Perú, 2001-2006), ayudándole a dar forma a la opinión pública y las políticas sociales. A través de la fundación que establecimos después de su mandato, también tuve el privilegio de trabajar con diecisiete otros presidentes, y de conocer a ministros y legisladores de cinco continentes. El resultado de esta exploración de una década es Nuestra Naturaleza Política.
¿Cómo ha sido la acogida de su libro en el público?
Me satisface mucho que en los primeros dos meses, mi obra ya haya recibido cobertura en varios medios de comunicación como The New York Times, The Economist, Politico, The Atlantic, The Journal of Democracy, Salon.com, Forbes, El País, El Espectador, y MSNBC. Por otro lado, el libro ha salido en un ambiente mediático sumamente polarizado y algunos medios han seleccionado apartes del libro para utilizarlos como diatribas partidistas. Esto va en contra del espíritu del libro, el cual toma una aproximación científica hacia la orientación política humana; así que mi propósito nunca ha sido ser partidista o polémico, sino iluminar, y llevar el debate público a un plano mucho más profundo y objetivo.
¿Se considera Demócrata o Republicano?
Aunque soy un ser humano y tengo sentimientos políticos, cuando me dedico a esta investigación es una búsqueda de la verdad. Así que asumo una posición de “biólogo visitante de otro planeta”, tratando de medir y comprender las variaciones en las personalidades de Homo sapiens que están vinculados con el comportamiento político, porqué se producen, y las otras partes móviles de este rompecabezas. Cuanto más tiempo me dedico a esta tarea, más siento que he desarrollado una comprensión más profunda, mayor moderación política, y mayor tranquilidad de espíritu.
¿Cuál fue el mayor descubrimiento que hizo durante la redacción de su libro?
Hay muchos, pero los descubrimientos más interesantes son que las diferencias genéticas entre individuos explican entre el 40 y el 60 porciento de la varianza en nuestras orientaciones políticas, y que hay otras diferencias fisiológicas medibles que se asocian con el ser conservador o progresista. Otra revelación clave es la siguiente: de todo lo que comparten los cónyuges, la correlación más fuerte entre esposos es en su orientación política (que supera una plétora de otros factores sociales, económicos, de personalidad, y biométricas).
Tal vez no debe sorprender, entonces, que aquí en EE.UU estamos viendo una creciente segregación geográfica por ideología, y parece que estamos hasta criando una nación más polarizada. Esta tendencia se ha observado desde los años ‘70 (y es independiente de los factores de corto plazo que han contribuido a la polarización política de este país, como la crisis económica global del 2008). El libro explica porqué esto ocurre, y cómo otras tendencias demográficas y fuerzas evolutivas están transformando el futuro de nuestros países y el mundo.
¿Qué capítulos de su obra recomendaría al público latinoamericano?
Escribí el libro para una audiencia global. Comienza con “la primavera árabe,” aparecen temas de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, México, Nicaragua, Paraguay, Perú, la República Dominicana, Uruguay, y Venezuela, y pasa por todos los continentes. Así que en verdad tengo que recomendar el libro entero.
No obstante, el capítulo tres, “What Economics Can and Cannot Predict” (“Lo que logra y no logra predecir la economía”) explica cómo el crecimiento de la clase media en Latinoamérica durante la última década ha encogido el ancho de los espectros políticos, particularmente en países como Colombia y Brasil. Pero si bien la riqueza de un país incrementa la moderación política, el nivel de ingreso de un latinoamericano no nos ayuda a predecir si aquella persona votará por un partido de izquierda o derecha. Para esto, toca medir ciertas dimensiones de su personalidad.
En Canadá los inmigrantes tienden a cobijarse en las toldas de liberalismo (PL) con más facilidad que en los partidos separatistas como (BQ). ¿A qué cree que se deba esto?
Es común que los inmigrantes se afilien a partidos liberales, o por lo menos no a los partidos conservadores locales de su nuevo país. Esta tendencia ocurre porque el conservadurismo es relativo – lleva un componente tribal, y éste depende de la tribu con la cual uno se identifica. Por ejemplo, un Colombiano que vota por el Partido Conservador puede mudarse a Canadá, pero no significa que votará automáticamente para un partido nacionalista o regionalista en su país adoptivo. Inclusive, es probable que vote por un partido liberal canadiense, porque los liberales son más xenofílicos (es decir, acogen más a los extranjeros), mientras que un partido más conservador o separatista tiende a ser más etnocéntrico (es decir, valoriza a los miembros de su propia etnia más que a extranjeros).
En EE.UU., cuantas más personas que nacieron en el extranjero residen en un determinado estado, hay más probabilidad que ese estado vote por el partido progresista (los Demócratas), y en estos estados también hay una mayor aprobación de las parejas interraciales. El republicanismo (el partido conservador), en cambio, es más fuerte en los estados en donde viven menos inmigrantes y más anglo-americanos.
Existe una enorme apatía por parte de inmigrantes latinos que tras experimentar desilusiones políticas no desean ejercer su derecho democrático en sus países de adopción. ¿Influye la inmigración en nuestra naturaleza política?
No creo que la inmigración sea la razón de su desilusión, sino lo que experimentaron antes en sus países de origen. Si sentían que carecían de una voz política, o que no había una democracia justa que respetaba a los partidos opositores, entonces es posible que hayan renunciado sus sentimientos ideológicos a favor de la apatía, que algunos llevan consigo a su país adoptivo, aunque el nuevo país sea más democrático.
Hay unos hallazgos del libro que apoyan esta idea: en los países que no son (o que históricamente no han sido) democráticos, hay una menor proporción de la población que puede o que está dispuesta a ubicarse en el espectro político. En los países democráticos, en cambio, donde se respetan los derechos de los partidos políticos minoritarios, hay más gente que puede o quiere señalar a un encuestador cómo se identifican en el espectro izquierda-derecha de su país.
Por último, los medios de comunicación juegan un papel fundamental en destapar escándalos de índole político, como sucedió recientemente en Toronto con el caso del alcalde Rob Ford. ¿Hasta qué punto la naturaleza política de un periodista puede primar sobre el enfoque que le dé a las noticias?
El hecho que los periodistas tengan mucho interés en la política, y que absorban mucha información sobre acontecimientos políticos, significa que tienden a tener una alta coherencia ideológica, y también perspectivas más polarizadas que la persona promedia. Además, los columnistas y comentaristas de hoy tienen más libertad para inyectar sus propios sesgos ideológicos a un ambiente mediático que es cada vez más polarizado.
Esta polarización ocurre por un par de razones. Primero, las tecnologías de comunicación han creado una interconexión, globalización, e híper-competencia sin precedentes. Hay más medios y mayores mercados, y son más fáciles de acceder que nunca. Por lo tanto, los medios han tenido que competir entre sí para ocupar y defender nichos específicos dentro de los espectros políticos que cubren (lo mismo sucede con los políticos, quienes compiten para captar un segmento limitado del espectro). Y ahora los consumidores de los medios de comunicación también pueden vivir cómodamente dentro de una burbuja ideológica.
En paralelo, hemos visto en las últimas décadas el desarrollo de una cultura de periodismo activista y de periodistas célebres. En EE.UU., esto surgió durante la guerra de Vietnam y con Watergate. Últimamente, lo hemos visto en el caso del periodista Glenn Greenwald, quien ha publicado información sobre la Agencia de Seguridad Nacional del gobierno de los Estados Unidos, filtrada por Edward Snowden. Con toda esta competencia y activismo que se encuentra en el ambiente mediático de hoy, no sorprende que la orientación política de los periodistas y sus medios puede primar sobre la (apariencia de la) objetividad.