La salud de los presidentes es manejada en algunos países de Latinoamérica como un «secreto de Estado», un aura de misterio que suma al problema médico uno político, aunque esto no suele ser lo común en la región.
La conmoción que generó hoy el anuncio de que la mandataria argentina, Cristina Fernández, tendrá que ser intervenida mañana para la «evacuación quirúrgica» del hematoma cerebral que le fue diagnosticado el sábado, trae a la memoria los recientes episodios de otros gobernantes.
El caso más reciente es el del venezolano Hugo Chávez, quien murió en marzo pasado tras luchar durante 20 meses con un cáncer, una enfermedad que siempre estuvo rodeada por un hermetismo absoluto y aún hoy no se sabe qué tipo de cáncer padecía.
Chávez fue el único que dio alguna información sobre su propia enfermedad de manera pública, explicando con sus palabras datos sobre el tumor que le fue detectado en junio de 2011 como que era del tamaño de una pelota de béisbol y que estaba encapsulado en una zona de la pelvis que nunca precisó. Además, tachaba de «morbosos» a quienes exigían un pronóstico médico.
En la etapa final de su convalecencia y cuando ya había sido operado por cuarta vez en Cuba, el Gobierno comenzó a difundir información aunque nunca en términos médicos.
El secretismo que se dio en Cuba durante el tratamiento que recibió Chávez es igual al que se vive con sus propios gobernantes, tal como se evidenció en 2006, cuando el entonces presidente Fidel Castro delegó el poder por una grave enfermedad declarada «secreto de Estado».
Nunca se divulgaron partes médicos oficiales y era el propio Castro quien daba pistas sobre su evolución a través de sus «Reflexiones», los artículos de prensa que comenzó a escribir tras caer enfermo y en uno de los cuales reconoció que había estado «entre la vida y la muerte».
Una situación similar se presenta en Nicaragua, donde el Gobierno de Daniel Ortega cuida con recelo la información sobre cualquier tema.
Por ejemplo, nunca se ha pronunciado sobre una supuesta enfermedad de Ortega en la sangre, que no le permite exponerse al sol por más de una hora, por la que todas sus actividades son programadas en la noche, según dijo el sacerdote y poeta Ernesto Cardenal hace algunos años.
Sin embargo, estos casos tienden a ser la excepción a la regla en una región donde en los últimos años varios de sus gobernantes han sufrido problemas serios de salud.
En Brasil, aunque ninguna legislación obliga a informar sobre la salud de los presidentes o ex jefes de Estado, se trató con absoluta transparencia el cáncer de laringe que le fue detectado a Luiz Inácio Lula da Silva en 2010, meses después de haberle traspasado el poder a Dilma Rousseff, y eran los médicos, y no el Gobierno, quienes informaban.
La propia Rousseff sufrió un cáncer linfático en 2009, cuando era ministra de la Presidencia, y también se dio a conocer puntualmente la aparición de la enfermedad y datos sobre su tratamiento.
En Colombia tampoco hay misterios. El 1 de octubre de 2012, el presidente Juan Manuel Santos en compañía de su médico comunicó en una alocución televisiva que le habían detectado un «pequeño tumor» canceroso en la próstata.
Aunque advirtió que no era «agresivo», Santos dijo que se sometería a una cirugía. Los médicos entregaron diariamente un parte sobre su estado de salud.
Algo similar sucede en Uruguay, donde son conocidos los problemas de salud del presidente José Mujica, de 78 años y quien soportó difíciles condiciones cuando estuvo preso más de 13 años durante la dictadura (1973-1985).
Así, cuando en 2012 suspendió a último momento por recomendación médica su participación en la XXII Cumbre Iberoamericana en España, la Presidencia informó que «los estudios vasculares (realizados a Mujica) arrojaron la existencia de una trombosis previa pero no hay elementos de trombosis aguda».
A raíz de esto, los médicos le recomendaron reposo y este año ha cancelado un par de viajes «por exceso de cansancio», de lo cual también se dio información oficial.
En Paraguay, a Fernando Lugo se le diagnosticó un cáncer en agosto de 2010, dos años después de asumir la Presidencia.
La ciudadanía recibió información puntual tanto por parte del mismo presidente como de distintas fuentes oficiales y de sus médicos, incluyendo durante sus frecuentes viajes a Brasil para recibir tratamiento, hasta que los galenos confirmaron en enero de 2012 la remisión completa de la enfermedad.
En Costa Rica, las enfermedades de los presidentes nunca han sido objeto de controversia, y siempre se ha informado tanto por parte de los voceros oficiales como del cuerpo médico.
La actual mandataria, Laura Chinchilla, fue operada de la vesícula a inicios de su Gobierno, el expresidente Óscar Arias padeció gripe A durante su administración (2006-2010) y el expresidente Abel Pacheco (2002-2006) fue internado en un hospital público por un dolor en el pecho producto de un cuadro de estrés.
En El Salvador, José Napoleón Duarte (1984-1989) estuvo enfermo de un cáncer de hígado en los últimos años de su mandato, lo que siempre fue del dominio público.
Por su parte, en los últimos tiempos en Ecuador dos presidentes han sido operados durante su mandato: Sixto Durán Ballén, en 1993 y 1994, en EE.UU., por problemas en la columna vertebral, y Rafael Correa, en 2009 y 2010, por problemas en su rodilla. Las intervenciones fueron en Cuba y Ecuador. En ambos casos, se facilitó información a la prensa.
En Chile también suele ser un tema de dominio público. Hace más de 60 años que un presidente en ejercicio no se enferma, desde que Pedro Aguirre Cerda (1938-1941) y Juan Antonio Ríos (1942-1946) murieron durante sus Gobiernos, sin secretismos.
La Presidencia mexicana, entre tanto, suele informar en comunicados muy escuetos sobre la salud del presidente. Así lo hizo en julio pasado cuando anunció que Enrique Peña Nieto sería operado de un nódulo tiroideo.
Sin embargo, el día de la operación, la Presidencia ofreció junto con el equipo médico una conferencia de prensa, y un día después el propio mandatario concedió una entrevista radiofónica para hablar sobre su estado.
En su momento, el Gobierno de Bolivia ha dado a conocer los padecimientos del presidente Evo Morales. Así sucedió en noviembre de 2010 cuando fue operado de una tendinitis en una rodilla y en febrero de 2009 cuando se sometió a una cirugía para corregir una desviación del tabique nasal.
En el caso peruano, la legislación defiende el derecho a la intimidad personal, por lo que el presidente y cualquier otro ciudadano tienen la libertad de elegir si informan o no sobre su salud.
De esa forma, en 1997, el entonces presidente Alberto Fujimori fue operado
Bogotá, 7 oct (EFE).-