Boris Johnson tiene por fin el Brexit que perseguía y que había convertido en la razón de ser de su existencia política. El primer ministro británico cantó victoria en Nochebuena gracias un acuerdo que cristaliza a sus ojos el objetivo de una soberanía plena.
Como era previsible, Johnson presentó el acuerdo de 2.000 páginas como el mejor resultado al que se podía aspirar y, ante todo, como la culminación de un proceso cuyo fin último era hacer realidad el eslogan que llevó a la victoria del Brexit en el referéndum de 2016: «Recuperemos el control».
«Hemos recuperado el control de nuestras leyes y de nuestro destino. Hemos recuperado el control de cada pedacito de nuestra regulación», dijo en una comparecencia desde su residencia del 10 de Downing Street.
Para Johnson se trataba de cerrar la profecía. La del «Recuperemos el control» de 2016, pero también la del «Acabemos el Brexit», el lema que le llevó al éxito electoral hace justo un año. Tras doce meses extremadamente convulsos, nadie le podrá arrebatar la supuesta gloria del pacto con la UE.
«A partir del 1 de enero estaremos fuera de la unión aduanera y del mercado único. Las leyes británicas serán hechas solo por el Parlamento británico, interpretadas por jueces del Reino Unido en tribunales británicos, y terminará la jurisdicción de la Corte Europea de Justicia», proclamó.
Se felicitó por haber suscrito «el mayor acuerdo comercial» de la historia del Reino Unido, por valor de 660.000 millones de libras (733.000 millones de euros), que permitirá «proteger empleos por todo el país», y, pese a calificar de «feroces» las discusiones con los negociadores comunitarios, se mostró convencido de que toda Europa saldrá reforzada gracias al acuerdo.
CONCESIONES PESQUERAS
Hasta el último minuto se peleó en Bruselas, especie por especie, por el reparto de las cuotas pesqueras, un asunto de tanto voltaje político como escasa relevancia económica.
Finalmente se llegó a un acuerdo con la UE, pero todo apunta a que la pesca todavía traerá cola. Preguntado por las concesiones que se ha visto obligado a hacer, Johnson reconoció que los cinco años y medio que los barcos europeos podrán seguir faenando en aguas británicas no son los tres años que pretendía su Gobierno.
Además, en ese tiempo solo se reducirán en un 25 % las actuales cuotas pesqueras de la flota comunitaria, muy por debajo del 80 % que Londres perseguía.
«Por primera vez desde 1973 seremos un estado costero independiente con pleno control de nuestras aguas (…) Puedo asegurar a los grandes fanáticos del pescado en este país que gracias al acuerdo podremos capturar y comer prodigiosas cantidades de pescado adicional», dijo el jefe del Gobierno británico.
No parecieron estar muy de acuerdo con esa aseveración las asociaciones del sector. Para la Federación Nacional de Organizaciones de Pescadores, Johnson ha «sacrificado» los intereses pesqueros por alcanzar un acuerdo global.
«La industria va a quedarse muy decepcionada. El sentimiento generalizado es que se han hecho grandes concesiones», dijo el presidente de la federación, Barry Deas, a medios británicos.
APOYO DE LA OPOSICIÓN
Pero ni siquiera el rechazo del influyente sector pesquero debería de hacer descarrilar la aprobación de lo pactado con Bruselas.
La Cámara de los Comunes anunció que se reunirá de urgencia, pese a estar en el receso navideño, el próximo miércoles 30 de diciembre para aprobar la legislación que permita la implementación del acuerdo.
El trámite contará con el valioso apoyo del Partido Laborista, el primero de la oposición, lo que hace inimaginable que una hipotética rebelión de la facción más eurófoba de los conservadores impida el avance del acuerdo.
Pese a que ese sector, encarnado en el llamado Grupo de Investigaciones Europeas (ERG, en inglés), ha advertido de que analizarán los pormenores del texto antes de decidir su voto, el acuerdo pos-Brexit recibió la bendición de uno de los principales mentores de la campaña por la salida de la UE.
«La guerra ha terminado», sentenció Nigel Farage -exlíder del Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP)- en un mensaje en Twitter, donde también reconoció que, aunque el pacto «no es perfecto», Johnson será recordado «como el hombre que terminó el trabajo».
El primer ministro podrá disfrutar por unas horas del reconocimiento por los brexiteros más fieles y por la prensa sensacionalista. Pero fuera le seguirá esperando la realidad: un país con el segundo mayor nivel de contagios de coronavirus del mundo, con dos peligrosas variantes muy contagiosas y una monumental crisis económica en ciernes.