Fernando lleva seis días durmiendo a la intemperie, soportando temperaturas de hasta 40 grados centígrados. Él es solo uno más dentro de una larga fila de vehículos que esperan para repostar en el estado Zulia (oeste), donde la gasolina es la más cara y escasa de toda Venezuela.
Con más hastío que resignación, el hombre de 59 años dice que aguantará 72 horas más en la cola y que si, cumplido ese plazo, no abren la gasolinera se regresará a su casa a guardar el auto «hasta que Dios quiera».
Sin certeza
Ni Fernando Valecillos ni ninguna de los cientos de personas que esperan junto a él tienen la certeza de poder repostar. Lo que sí saben todos es que cada litro de combustible allí, en una gasolinera administrada por el Gobierno regional, cuesta casi tanto como un salario mínimo y es el precio más caro de todo el país.
Hace menos de un año, Fernando podía llenar el tanque de su vehículo, igual sorteando la severa escasez de combustible, por menos de un dólar. Ahora este hombre desempleado que vive de la ayuda que le dan sus hijos se prepara para pagar 24 dólares por 30 litros de gasolina.
Y es que, como ha ocurrido con todos los males de la crisis venezolana, la escasez de gasolina de los últimos años golpeó más duro al Zulia, pese a ser un estado rico en petróleo.
Así hasta que en junio el Gobierno puso en marcha la venta de combustible a 0,50 dólares el litro, lo que supuso el fin de la gratuidad en este producto.
Menos de tres meses después, la medida, que había traído un alivio y llegó a erradicar las colas de las gasolineras, se quedó corta, pues el país volvió a registrar escasez de combustible y otra vez se ha sentido con más rudeza en el Zulia.
A la deriva
También esperando hace una semana, Antonio Echarri se siente «a la deriva». Cuenta que ha comido y dormido sobre el asfalto los últimos días «sin ningún compromiso» de que el sacrificio vaya a valer la pena.
«La estamos esperando, (gasolina) colombiana, la de aquí ya la desviaron para Caracas», dice el zuliano de 58 años que, como muchos de sus paisanos, se resiente por los privilegios de la capital venezolana, que no escapa de problemas nacionales como la escasez o los fallos eléctricos pero los sufre en menor medida.
«La estoy comprando a precio internacional y hasta más cara», agrega este fotógrafo no sin antes expresar que está «loco» por vender su vehículo e irse del país, para huir de las penurias.
Igualmente agobiado, Rolando Orozco no tiene ni siquiera cómo devolverse a su casa, pues el tanque de su vehículo está seco así que está obligado a esperar. «Tengo que morir en la cola», dice.
El sexagenario, que hace años dejó de tomar medicamentos para su hipertensión por no poder costearlos, recuerda que como pensionista percibe menos de dos dólares mensuales, por lo que se rebusca como repartidor para «medio sobrevivir» en un país cuya canasta básica de alimentos cuesta cerca de 300 dólares mensuales.
«Estamos esperando que Dios se apiade de nosotros», agrega.
«Libre» mercado
El gobernador de Zulia, el oficialista Omar Prieto, advirtió en abril que sería «implacable» con quienes vendieran combustible en dólares, pero dos meses después instauró 24 gasolineras que cobraban únicamente en moneda extranjera, siguiendo la orden del Ejecutivo.
Esta región fronteriza con Colombia cuenta con 198 gasolineras pero en las últimas semanas apenas 12 han estado operativas de forma intermitente, lo que deja solo una docena de puntos de venta para cinco millones de habitantes y más de un millón de vehículos.
Por ello, el gobernador ha autorizado este mes a «cualquiera que pueda» para que importe combustibles y los venda en Zulia, siempre por debajo de un dólar el litro, pero por encima del costo establecido por el Ejecutivo.
«La idea es que podamos romper el bloqueo», dijo Prieto recientemente, en alusión a las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos al Gobierno de Nicolás Maduro que restringen la llegada al país del combustible y de los químicos necesarios para la producción local.
Algunas importaciones ya están en marcha y, explicó el gobernador, no se explicará el lugar de procedencia de estos combustibles para evitar sanciones a las personas o compañías involucradas, como ocurrió con la gasolina iraní que Venezuela recibió en el primer semestre del año.
Aunque el oficialista asegura que las 12 estaciones de servicio establecidas están distribuyendo combustible al menos tres veces por semana, Fernando, Antonio y Rolando lo desmienten con su perseverancia, con una espera que supera las 150 horas sin una gota de gasolina.
La paralización del estado más poblado de Venezuela ha llevado a algunos a la desesperación e incluso a delinquir poniendo en peligro la vida de muchos y la operatividad de la depauperada industria petrolera.
Una muestra de ello fue el incendio provocado a mediados de septiembre en una tubería de la estatal petrolera Pdvsa, luego de que personas ajenas a la empresa intentasen sustraer combustible de forma ilegal.
Mientras se investiga este hecho el Estado ha hecho un llamamiento a los ciudadanos, ávidos de combustible, para que «eviten realizar este tipo de tomas ilegales que pueden generar consecuencias irreparables a los habitantes de la zona».
Fernando, Antonio y Rolando siguen en la cola.