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La inteligencia artificial debe diseñarse para el bien de la humanidad

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El 3 de mayo de 1997 empezó la partida de ajedrez más emocionante de la historia. Gary Kasparov, campeón mundial entre 1985 y 2001, se enfrentó con Deep Blue, la supercomputadora de IBM capaz de calcular 200 millones de posiciones y movimientos por segundo. De los seis juegos, Deep Blue ganó tres, Kasparov dos y uno terminó en tablas. El mundo estaba maravillado. Después de muchos años de intentos fallidos, un aparato por fin había sido capaz de doblegar la mente de uno de los hombres más brillantes del siglo. La lejana leyenda de ciencia ficción, en la que el ser humano creaba una máquina capaz de vencerlo, ya era realidad.

La clave de la victoria estuvo en la capacidad que la computadora había adquirido de “pensar” por sí misma. Aunque en principio pareciera imposible, nodos, microprocesadores y algoritmos, desarrollados por un equipo premium de ingenieros de IBM lograron que la máquina aprendiera de sus errores, resolviera problemas en tiempo real y, lo más difícil, predijera los movimientos de su contrincante. Deep Blue simuló con éxito el razonamiento humano en ajedrez y se convirtió en un referente clave para el desarrollo de la inteligencia artificial (IA) en el mundo.

Hoy, 20 años después de la épica batalla, las transformaciones y los avances en esta tecnología son aún más sorprendentes. Sin embargo, el debate de la IA ya no se centra en el hecho de su propia existencia y posibilidades, sino en su uso. Los alcances del aprendizaje de máquinas, las redes neuronales y la computación cognitiva, además de transformar casi todos los campos de la vida en sociedad, pueden acabar con trabajos e industrias enteras.

El Instituto Global McKinsey estima que “cerca de la mitad de las actividades por las cuales la gente recibe hoy un pago pueden ser potencialmente automatizadas. Esto significa US$16 billones en salarios”. Parte de esta automatización pasa a través de asuntos como inteligencia artificial y análisis de datos.

No por nada, prácticamente todos los grandes nombres de la tecnología, incluyendo Google, Facebook, IBM y Microsoft tienen vastos proyectos de inteligencia artificial y se calcula que la inversión en este sector se triplícó este año y se estima que será de US$37.000 millones para 2025.

Por eso, la Organización de Naciones Unidas (ONU) realizó la Cumbre Mundial de Inteligencia Artificial para el Bien de la Humanidad. El encuentro, que terminó este viernes en Ginebra, Suiza, contó con la participación de científicos, empresarios y políticos de la talla de ​Margaret Chan​, directora de la Organización Mundial de la Salud; Peter Norvig​, director de investigaciones de Google​​ y ​​​Pet​er Lee, vicepresidente corporativo de Microsoft.

La conferencia tuvo como objetivo identificar las distintas formas en las que la IA podría ayudar a alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible y las metas para mejorar la vida de las personas más pobres del mundo en 2030.

La cumbre abordó desafíos globales como la pobreza, el hambre, la salud, la educación y medio ambiente y busca democratizar las soluciones de IA en todo el mundo.

Las conclusiones del encuentro se alinean con las de una carta abierta publicada en 2015, que fue firmada por más de 8.000 científicos, entre ellos Stephen Hawking y Tom Dietterich, presidente de la Asociación para el Avance de la IA, en la que se insiste que las posibilidades de esta tecnología pueden ayudar a cerrar brechas sociales: “El progreso en estas investigaciones debe apuntar no sólo a desarrollar más capacidades tecnológicas, sino a maximizar los beneficios sociales de la IA”.

Una de las iniciativas más interesantes propuestas en la cumbre es utilizar la IA para medir y evaluar con mayor precisión las condiciones de vida de los 3.000 millones de personas que aún viven en la pobreza, y desarrollar políticas públicas acordes con este fin.

Marshall Burke, economista de la Universidad de Stanford, opina que en este momento hay algoritmos usando imágenes satelitales nocturnas –en los que las áreas bien iluminadas son un referente de riqueza– para saber qué características de las imágenes de satélite diurnas, como caminos o tipos de techos, se correlacionan con la riqueza o la pobreza de una comunidad. “Un estudio piloto en cinco naciones africanas demostró que el sistema de inteligencia artificial predice con exactitud las condiciones de vida de las poblaciones más necesitadas”, le dijo el experto a la revista Nature.

Por otro lado, un grupo de científicos estadounidenses está usando datos de detección remota y de satélite para predecir los rendimientos exactos de los cultivos, meses antes de las cosechas. Si se replica a gran escala, esta herramienta permitiría distribuir los alimentos a lo largo del año y evitar, o por lo menos anticipar, la escasez de comida.

El estudio La inteligencia artificial y la vida en 2030, publicado por la Universidad de Texas, el Instituto Allen para la Inteligencia Artificial, Microsoft y académicos de Harvard, MIT, Columbia, UC Berkeley, confirma las posibilidades de desarrollo incluyente y sostenible que permitiría la IA. “Estos avances en tecnología pueden hacer más eficiente el desarrollo económico de las comunidades de bajos recursos. La minería de datos podría ayudar a asignar mejor los recursos públicos. Los algoritmos podrían conectar restaurantes a bancos de alimentos y evitar el desperdicio de comida”.

La inteligencia artificial también ha transformado la medicina clásica. Durante la cumbre, UNICEF expuso el trabajo que viene desarrollando para demostrar que el aprendizaje profundo y las redes neuronales pueden diagnosticar la malnutrición a partir de fotografías y videos de niños.

El secretario general de la ONU, António Guterres, cerró la conferencia afimando: “La inteligencia artificial puede ayudar a analizar un enorme volumen de datos lo que, a su vez, puede ayudar a mejorar predicciones, prevenir crímenes y colaborar con los gobiernos para servir mejor a las personas”.

Inteligencia artificial en Colombia

“1 doc 3 es una plataforma digital en la que cualquier persona puede consultar temas de salud, de forma gratuita y anónima, y un equipo médico certificado le responde de inmediato”, afirma Nicolás Durán, CIO de esta compañía colombiana. La empresa, fundada en 2014, responde 1,2 millones de preguntas al mes, cuenta con 600.000 usuarios activos en toda América Latina y tiene un banco de respuestas a 100.000 preguntas únicas. Toda esta información, procesada a través de lenguaje natural, un área de la inteligencia artificial, les ha permitido detectar cuándo una persona necesita ir al médico e incluso predecir un evento catastrófico, como un coma diabético o un infarto. “Las preguntas van contando la historia de los usuarios y cuando un doctor responde clasifica la información, los síntomas, la especialidad, el nivel de urgencia y de riesgos, eso nos ayudado a construir una base de conocimiento gigante” añade Durán.

Además de este tipo de aplicaciones, varias compañías colombianas han desarrollado sistemas inteligentes en temas como reconocimiento facial en lugares públicos o atención al cliente mediante herramientas en línea.

En este último punto, por ejemplo, hay al menos dos servicios que ofrecen atención al cliente mediante el uso de asistentes virtuales, conocidos como bots: el usuario chatea normalmente, como lo haría con una persona, y sus requerimientos son atendidos por un computador que, empleando técnicas de procesamiento de lenguaje natural, logra establecer conversaciones con un nivel de fluidez mucho más avanzado que el registrado hace dos o tres años.

En el país también existen proyectos que buscan, mediante el análisis de grandes cantidades de datos y el uso de inteligencia artificial, poder predecir qué usuarios de un sistema de salud son propensos a desarrollar diabetes, por ejemplo, para así tratarlos preventivamente. Aunque en este punto también hay un debate sobre la posibilidad de discriminar en contra de personas que, por dictamen de una máquina, pueden desarrollar una determinada condición.

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