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La fiesta del futbol en la tierra de Falcao.

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Por:  Luis Oñate Gámez

Antes que el sol despuntara una mancha amarilla se había tomado a Santa Marta, la tierra que vio nacer al futbolista Radamel Falcao García. Era un viernes y en la bahía los pitos, vuvuzelas y banderas retumbaban y ondeaban en cada rincón desde la buena mañana. Entre la Sierra y el mar todo era alegría. Hasta el llamado rey del Caribe, con sus incandescentes rayos, se contagió de la sed de triunfo y deseos de fiesta correteando a los intrusos nubarrones que tímidamente se asomaron en el horizonte.
En la Quinta Avenida, una de las arterias de mayor movimiento en la ciudad, en horas del medio día parecía una corraleja humana, la mayoría de los comerciantes callejeros cambiaron sus tradicionales ventas de zapatos, bolsos y baratijas por el expendio de camisetas de la Selección Colombia. El sol aún no había llegado a su cima y ya las camisas amarilla con la foto de Falcao, el ídolo de las multitudes, se habían agotado. “No encontré la del Tigre, me tocó llevarle a mi hijo la de Teo”, dijo un comprador que había recorrido la zona en busca de la anhelada blusa.

Desde las eliminatorias al mundial de Estados Unidos, cuando El Pibe Valderrama, otro hijo de esta ciudad, estaba en su mayor esplendor, no se sentía en esta tierra ese fervor y ese positivismo por una Selección Colombia. José Rivera, otro comerciante de la Quinta, aseguró que en menos de una semana había vendido cinco mil camisetas. Antes de comenzar el partido hasta las banderas tricolor se escasearon y los locales comerciales con pantallas gigantes se convirtieron en un hervidero. Tamboras, pitos, banderas y gritos retumbaban con cada jugada buena del onceno nacional.

No había terminado aún el partido, en donde Colombia con goles de Falcao ganó dos cero a Paraguay, y ya las principales arterias de Santa Marta habían sido tomadas por miles de hinchas y fanáticos que salían con banderas a festejar el triunfo. La policía fue insuficiente para evitar que la multitud, algunos ebrios, se tomaran las calles y generaran grandes trancones. En medio de los gritos de triunfo, bailes y pitos hicieron su aparición las caravanas de motos. Estos vehículos, transportando hasta cuatro personas y con el sonido ensordecedor de sus motores por la permanente aceleración, rompieron los nudos humanos que se había formado frente a muchos establecimientos comerciales y siguieron raudos por varias calles y avenidas.
Como en otras épocas en donde el fervor era una constante en cada partido de la selección Colombia, luego del triunfo frente a Paraguay todos los caminos del festejo conducían a Pescaito, ese populoso barrio situado en el norte de la ciudad en donde nació El Pibe Valderrama. Aquí los hinchas con sus caras alegres y canticos, en moto, carro o a pie daban vueltas alrededor de la Castellana, la cancha de fútbol del sector que tampoco era la misma, hoy vestía enmallada, iluminada y con grama sintética.
Pero en Pescaito ya no se sentía el mismo ambiente y sabor, hasta la casa en donde nació El Pibe había desaparecido para darle paso a la vía alterna al puerto. Los pescaiteros no sacaron sus potentes equipos de sonido ni acompañaron los cánticos y saltos triunfalistas de las miles de personas que por un instante se congregaron allí. Aunque Aldo Leao Ramírez, otro jugador de la selección con nombre brasilero, había nacido en el barrio quizás no se compenetró tanto con la gente del sector. En vista de la indiferencia y que poco a poco los ánimos se fueron bajando, casi que en silencio los bulliciosos visitantes comenzaron a desfilar por donde vinieron.

Muy distante de ahí, en otro extremo de la ciudad. En una casa blanca y enrejada que se levanta en medio de una zona comercial sobre la avenida Santa Rita, luego de concluir el partido la señora Dennis Elvira King de García salió a la terraza y se sentó silenciosamente en una mecedora de mimbre para ver pasar los festejos. Frente a ella, en menos de media hora, pasaron, de oriente a occidente y viceversa, decenas de caravanas pitando, gritando y correando; se sobró Falcao, se sobró. Quizás ninguno se percató que la septuagenaria mujer que sonreía en aquella terraza era la abuela materna del afamado deportista Radamel Falcao García.
Minutos después varios familiares que no pudieron viajar a Barranquilla para ver el partido llegaron hasta la casa de Dennis a compartir con ella ese momento de júbilo. La abuela materna de Falcao es una mujer de pocas palabras y pese a estar radiante de alegría por el momento cumbre e histórico que vive su nieto ésta no se le nota. “Yo no veo los partidos, ni cuando mis hijos jugaban. Me encierro a orar para que le vaya bien y al concluir el partido veo los goles en repetición. Hoy yo decía será o no será y como él es muy creyente se le dieron los goles”, aseguró.
Radamel, el padre de Falcao, fue un reconocido defensa que jugó en varios equipos profesionales del futbol colombiano y venezolano de ahí que el goleador de la selección sólo alcanzó a vivir unos tres años en esta casa de Santa Marta. Según su abuela Dennis, aquí aprendió a caminar y pateó los primeros balones. “El se la pasaba jugando en esa sala y en esta terraza, hasta cuando se fueron para Venezuela porque a su papá lo contrató un equipo del vecino país”.
Por la cantidad de compromisos y porque hoy es un deportista muy afamado que demanda seguridad, Dennis no sabe cuándo volverá Falcao a sentarse libremente en su terraza y a mecerse al compás de la brisa marina de su querida Santa Marta, como cuando era niño. Por lo pronto ella fue a visitarlo a la concentración en Barranquilla y aseguró que volverá a hacerlo a mediados de marzo del año entrante cuando el deportista regrese para el partido contra Bolivia. Destacó la alegría que siente ella y su nieto cada vez que comparten.
En la tierra de El Pibe y Falcao en menos de dos horas las caravanas por el triunfo de la selección Colombia desaparecieron de las calles pero muchos de los que estaban en el jolgorio continuaron el festejo en sus casas, donde amigos, vecinos o en establecimientos comerciales. Y la abuela del jugador que hizo los dos goles del triunfo siguió meciéndose de la alegría en la misma terraza en donde el deportista despunto su amor por el balón de fútbol.

 

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