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corrupción, comunismo, capitalismo y otros demonios

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El Comunismo internacional inició su muerte con el acenso al poder en la Unión Soviética de Mikhail Gorbachov en 1985. Su manejo condujo a la disolución de la URSS en diciembre 26 de 1991 y la entrega del poder a Boris Yeltsin.
El Comunismo internacional inició su muerte con el acenso al poder en la Unión Soviética de Mikhail Gorbachov en 1985. Su manejo condujo a la disolución de la URSS en diciembre 26 de 1991 y la entrega del poder a Boris Yeltsin.

Han pasado décadas desde los años 70 cuando los jovenzuelos revolucionarios “comunistas” de Chile se dejaban las barbas, se sentaban en los cafetines con sus boinas al estilo “che”, cargaban un ejemplar de “Marx para Principiantes” y pasaban las tardes fumando puros y discutiendo el futuro comunista del continente americano.

De ese romanticismo idealista y novelesco que inspiró Ernesto Guevara con sus “Diarios de Motocicleta” a las burdas, autocráticas y con frecuencia delincuenciales manifestaciones de un movimiento que golpea duramente al continente con sus estertores de muerte, han pasado ya cuatro décadas de convulsión, derrumbamiento, torturas, desapariciones forzadas, secuestro, ajusticiamientos masivos, narcotráfico, corrupción generalizada y desplazamiento violento de millones de víctimas inocentes.

El Comunismo internacional inició su muerte con el acenso al poder en la Unión Soviética de Mikhail Gorbachov en 1985. Su manejo condujo a la disolución de la URSS en diciembre 26 de 1991 y la entrega del poder a Boris Yeltsin.

Fruto de la implosión del régimen “madre”, se inició en el mundo un proceso de decantación de la prédica comunista a la luz de nuevos retos y realidades impuestas por el advenimiento de las grandes corporaciones internacionales, la globalización progresiva de mercados, las nuevas interdependencias tecnológicas, científicas y comerciales entre las naciones, y la peligrosa variabilidad de los escenarios de conflicto internacional. A todo ello se ha venido sumando la creciente y cada vez más oprobiosa inequidad en materia de distribución del ingreso, la abrumadora corrupción con que se manejan los servicios sociales y el acceso inequitativo y manipulado a los privilegios de los programas de salud, educación, vivienda y empleo tanto en las naciones industrializadas como en aquellas “en vía de desarrollo”.

A tal punto se ha llegado en el analfabetismo con el que se interpreta la idea de Comunismo en América Latina, que muchos regímenes de corte dictatorial ultra derechista se identifican con ideas que dicen ser “del pueblo, por el pueblo, para el pueblo” y en realidad no son otra cosa que abusivos movimientos de dictadorzuelos oportunistas. Ejemplo vibrante de esto es Venezuela. Durante sus 14 años en el poder en la nación bolivariana, Hugo Chávez implementó con éxito la estrategia de introducir un socialismo por cómodas cuotas, disimulando así sus intenciones en todo momento. Durante los primeros años de su mandato se concentró en modificar la Constitución para que luego ésta sirviera a sus propósitos. También se concentró en cambiar el régimen electoral de tal manera que su reelección a partir de la manipulación pudiera quedar asegurada. Curiosamente el proceso de destrucción de la clase media en Venezuela ha sido comparable al de la Alemania de Hitler, que ocurrió cinco años después del ascenso del dictador al poder. Si la muerte no lo hubiera sorprendido, Chávez seria hoy un personaje muy similar al temible Adolfo Hitler.

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Su caricaturesco sucesor, Nicolás Maduro, podría perfectamente estar liderando un régimen absolutista en una nación de extrema derecha del tercer mundo y nadie notaria la diferencia.

Brasil es otro país que ha vivido una curiosa transformación desde que tomara por primera vez las banderas de la Izquierda. Hoy en día, Dilma Rousseff busca afanosamente ocultar los desmanes corruptos de un régimen que venía operando como cualquier oligarquía de extrema derecha, expropiando a las clases medias y apropiándose ilícitamente del patrimonio nacional. Un triste fin para una nación que tenía todas las posibilidades de convertirse en la segunda potencia más poderosa de américa.

Brasil es una de las naciones más diversas del planeta y el virtual golpe de Estado que acaba de recibir la señora Rousseff ha sido promovido y apoyado por fuerzas internas y externas que ya en varias oportunidades anteriores han ayudado a derrocar gobiernos democráticamente elegidos para satisfacer las necesidades del capitalismo Corporativo.

A Rousseff la acaban de sacar del poder las minorías blancas, de empresarios adinerados que buscan solidificar sus inversiones en el país. Su gran pecado fue tratar de manipular la destinación de los fondos del sistema bancario, para ponerlos al servicio de causas políticas que se querían hacer pasar como una aparente “socialización”.

No muy lejos, Colombia ha sido la gran nación abanderada de una posición “pro-yanqui” en el continente americano. Y a pesar de una sangrienta guerra civil que desangra al país desde hace más de medio siglo, su supuesto viraje a la izquierda socializadora se convierte en una corrupta maniobra de manipulación que lleva de una dictadura de corte Uribista a otra de corte Santista, donde lo que ambos regímenes tienen en común es su total desinterés por el pueblo desvalido y maltratado y su prioridad de establecer alianzas con grandes corporaciones multinacionales favoreciendo simultáneamente el entronque de nuevos grupos financieros. Se diría que el régimen “a la colombiana” consiste en un cambio que no cambia las circunstancias sociales, sino a los dueños del poder.

Tal vez la anterior observación es válido corolario de este breve bosquejo de la presunta izquierda en Latinoamérica. Con excepción del movimiento Castrista operado genialmente por Fidel, el Socialismo tropical no ha servido para modificar las estructuras sociales sino para sacar a unos del poder y entroncar a otros en posiciones de máximo privilegio. Y a la sombra de esas “transformaciones” los grandes capos han aprovechado la oportunidad para lavar activos, escamotear pasados, borrar cuentas pendientes con la justicia y elevar su estatus en la pirámide del poder y el privilegio social. Pequeña excepción, la Bolivia de Evo Morales, un verdadero y legitimo hermano de su pueblo.

Los compañeros Marx, Lenin y Mao están, con seguridad, revolcándose en sus tumbas…

 

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